viernes, 17 de agosto de 2012



El bolsillo del diablo

Virú, viejo, era pura quincha; allí no había otra cosa que no fuera caña brava; algunas casas de caña brava estaban embarradas y otras, no; así es que podía mirarse el pensamiento de la gente; otros solamente embarraban la parte por donde el viento azotaba. Y eso era todo, viejo, y todo el mundo estaba contento.
Pero no era todo. Por el lado sureste del pueblo, a unos pasos de la Acequia Grande y teniendo a la vista la Huaca de don Eloy, se levantaba una fila de ranchos de caña brava a ambos lados, desembocaba en el callejón que venía de Chequepe, faldeando la  Huaca de don Eloy; y se agarraba, después de un silencio de ranchos, a las otras calles del pueblo.
Viejo, no es por hablar; pero allí, en esos ranchos vivían una finas que daban que hablar. Estas facinerosas tenían todavía sus buenas chicherías, adonde nos íbamos a emborrachar y a perder el sombrero. Por esas chicherías adquirían mundo y arte la tal Jacoba Pura, la tal Naranjito, la tal Francisca Trinidad y otras que si alguna vez las vi, ahora  ya no me acuerdo. Pero qué causas, viejo, qué piqueos; lifes, camarones al río; cañanes, iguanas al monte; cabrito o huacho al rocoto; mejor ya no sigo para no provocarme de esas cosas.
Esas brujas estaban reconocidas por el diablo; por eso era famoso El Bolsillo; no sé cómo lo hacían, pero estaban compactadas con el diablo; habían hecho pacto, porque el tío bajaba de la huaca de don Eloy en caballo blanco bien jateado,  expresamente a verlas. En la desembocadura del Bolsillo había una piedra grande, a manera de Batán; llegó a ser batán, pero bien grande, donde las mujeres de la calle molían el chuño para la chicha; tú ibas en la mañana, en la tarde o en la noche, y siempre encontrabas alguna vieja moliendo algo, era famoso el batán del Bolsillo; hasta este batán llegaba el jinete y allí se detenía, se paraba un momento, seguramente a repasar la lista de la discípulas y luego se iba a visitarlas.
No me vas a creer viejo, pero siempre cuando no eran las seis de la mañana, eran las doce del día, las seis de la tarde o las doce de la noche en que ladraban los perros como pagados. A las doce de la noche sólo lo mirábamos los borrachos que nos quedábamos a majaderear y a tomar por amor al arte como dicen los que saben. En una de estas horas se aparecía el tío, pero antes se escuchaba como un tropel de caballos que corría, que venía, que se acercaba y en eso se aparecía el jinete vestido de blanco, montado en caballo blanco bien jateado, con espuelas y todo, igualito que el patrón, se paraba al lado del batán como a recordar algo, visitaba luego a la Pura, a la Naranjito, viejo, aquí entre nos, le sobraba el arte  a la Naranjito, y el tío se las veía  con ella, como se dice; visitaba  a la Francisca Trinidad, visitaba a las otras, y luego se le miraba salir medio borracho, porque llevaba ladeado el sombrero y hacía por caerse pero el jodido no se caía, porque si se caía se iba a quedar dormido igual que todos los borrachos, porque qué corona tenía el diablo para no roncar y no sentir como nosotros cuando estábamos con los alcoholes subidos, nos peleábamos por quitarle las espuelas, basta, decíamos, viejo, con eso ya no teníamos por qué preocuparnos qué íbamos a comer mañana.
Pero ve a ver, no se caía el bandido, salía del Bolsillo, se iba por la ruta de la huaca, arrendaba por el filo de la Acequia grande y galopaba al castillo de Tomabal y se perdía allí.
Por eso de que  habían brujas en el Bolsillo, y por eso de  que llegaba con cierta frecuencia el tío al lugar a visitar a sus muchachas, de ahí para acá viene el nombre del El Bolsillo del Diablo. Viejo, pero el diablo no es buen amigo que digamos, y nadie quería discutir con él, por eso cuando escuchaban el ruido como tropel  de caballos, se ocupaban de inmediato y se iban para sus casas a hacer lo que tenían que hacer y el diablo caminaba sin amigos, pero los perros si salían a ladrarle, al menos eso conseguía ya que no le dejábamos el menor resquicio para hacernos pecar, y nos llegaba el humo de la Naranjito, de allá de su rancho, y nosotros, desde el batán, olíamos la carne del diablo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

CASARASIRI

Los rayos del Sol se esconden
y la noche comienza a cubrir
la inmensa soledad del campo.
En las penumbra se afirma la idea
de hacer el "Sarttasi" a la hija del vecino
para el "Yokalla" que ha crecido como la yerba
en año de lluvia sin granizado ni helada
y ya pide mujer a sus padres.
Hay que seguir la ley de los mayores
de costumbres que aún quedan 
de soberbia cultura que desfallece 
y que pronto morirá sin remedio.
Prontito nomás hay que  casar al "Wayna"
para que no se escape a la ciudad
ni se presente voluntario a la milicia.
La "Ttinqa" del alcohol barato
está listo para la partida,
la coda de la Yungas bolivianas
endulzará los labios de los viejos
y la "Chinja" en "Incuña" roja
con dulces panes y galletas
para la "Imilla" del "Sarttasi".
Emborrachar a los "Auquis" y parientes, 
dejarlos soñando con la venta de la ternera,
embaucar con lisonjas a la "Tawaco"
y robarla después de la media noche,
simulando gritos de auxilio,
de llanto sin lágrimas como quién doce:
no quiero....no quiero, llévenme más prontito
Héctor Estrada Serrano
En  "Un Jachchy" de poemas

lunes, 6 de agosto de 2012

POEMA AYMARA

LLAQUI  JAWIRA
(Río de penas)

Riachuelo que naciste en el Ande,
saltas turbulenta en la pendiente, 
apasible serpenteas en el llano
engendrando vida por sonde pasas.
Eres segura esperanza del labriego,
la humanidad doliente te llama,
quieren agua y tienen hambre.
"Pajjchita" de río cordillerano,
te contemplo con ansiedad de niño
por que se que en tu transitar eterno
te llevas las penas y los dolores
de los humanos que sufren, 
de los seres que lloran, 
de las miserias del mundo.
Quiero que mis penas se vayan,
lejos, muy lejos de mi, 
con la sorriente del río,
con sus aguas cristalinas
que limpian el alma de los dolores, 
con sus burbujas de hielo que entumecen el corazón.
"Chullumpi" "Chullumpito",
"Uma pojjtiriru Chahakeri
salika jamachchi"
(huraño chullumpi que te pierdes
en el salto de los ríos), carga con mis penas
y piérdete para siempre
entre las espumas blancas
del riachuelo Huenkasi,
No vuelvas nunca,
jamás retornes por la corriente
para turbar mi alma dolorida.
Riachuelo que naciste en el Ande,
quiero que mis penas se vayan, 
lejos, lyu lejos de mi,
de "Pajjcha en Pajjcha",
de riachuelo en riachuelo, 
de río pequeño a río grande,
llegar al turbulento Huenke 
y dormirse en el misterioso lago
donde tu transitar eterno termina,
donde se sepultan las penas.
                      LEJOS... MUY LEJOS DE MI

Estrada Serrano, Héctor 
Poemas y relatos Aymaras